La definición de virtud tiene su origen en el latín, virtus, que significa una fuerza viril capaz de producir actos, es decir, efectos. Siendo así, para adquirir el acto de filosofar, la primera virtud necesaria es una fuerza viril, en las palabras de Nietzsche: “Una virilidad inflexible y ruda”. Otra virtud importante en la formación del aspirante a filósofo es el desinterés por la política: “De hecho, todo aquel que tenga el furor philophicus en el cuerpo no tendrá más tiempo para el furor politicus y se abstendrá sabiamente de leer el periódico todos los días y especialmente militar en un partido”. (Nietzsche). Creo que estos son los dos principales prerrequisitos en dirección de filosofar. Cuando yo practico el ejercicio de la reflexión respecto de la actividad de los pretensos “intelectuales” brasileños, observo la ausencia de un pensamiento original y auténtico en la práctica filosófica brasileña y esto se da porque en su extensa mayoría, estos “intelectuales” no poseen los prerrequisitos citados. E incluso ellos están totalmente comprometidos, pues asocian la actividad del filosofar a la obligación de ganar su pan de cada día, o mejor, no existe independencia en su pensamiento, sea en relación al Estado o a cualquier institución pública o privada. Siendo así, ¿cómo producir un pensamiento genuino y auténtico sin libertad en Brasil? Para romper con estos grilletes la sociedad brasileña necesita una buena dosis de narcisismo saludable, esto porque sufrimos de una patología posmoderna denominada nihilismo, que tiene como principales características el pensamiento trágico, la melancolía, la pereza y la baja autoestima, lo que impide la aparición del genio, si lo comprendemos como aquel responsable por la creación y la innovación y que contienen como potencia el narcisismo. Finalmente, se viven tiempos oscuros: “De hecho, lo afirmo, hay realmente hombres para quienes es un sufrimiento personal ver el genio empeñado en una lucha penosa, expuesto a destruirse a sí mismo o ver sus obras puestas negligentemente de lado por el egoísmo sin visión del Estado, la bajeza de espíritu de los negociantes, el seco prosaísmo de los sabios”. (Nietzsche).