Valor de existencia, según Nietzsche

El valor de existencia nace de un cuestionamiento realizado por Nietzsche en su “Tercera consideración Intempestiva”. Según Nietzsche, Anaximandro fue el primero en colocar la cuestión ética como fundamento de toda la Filosofía en Occidente: “(Anaximandro) fue el primer griego que osó tener entre manos el ovillo más profundo de los problemas éticos. ¿Cómo puede perecer lo que tiene derecho de ser? ¿De dónde viene aquel incansable devenir, de dónde viene aquella contorsión de dolor en la cara de la naturaleza, de dónde viene el infinito lamento mortuorio en todo reino de existencia?”, e incluso, “él deja deslizar la mirada a lo lejos, para por fin, después de un silencio meditativo, dirigir a todos los seres la pregunta: “¿Cuánto vale vuestra existencia? Y si nada vale, para qué estáis ahí? Por vuestra culpa, de eso me doy cuenta yo, que permanecéis en esa existencia. Con la muerte tendré que expiarla. Ved como marchita vuestra tierra; los mares se retraen y secan; la concha sobre la montaña os muestra cuanto ya secaron; el fuego desde ahora destruye vuestro mundo, que al final, se desvanecerá en vapor y humo. Pero siempre, de nuevo, volverá a edificarse un tal mundo de inconstancia: ¿quién sería capaz de libraros de la maldición del devenir?”.

Siendo así, sentimos que la consciencia del devenir nos muestra que la existencia no posee un valor intrínseco, y solamente el hombre es capaz de dar significado a la vida existente. En toda la Modernidad se buscó este objeto, el valor de nuestra existencia, pero siempre como siendo algo que está fuera del hombre, un horizonte a ser alcanzado, comprendido y poseído. Sin embargo, en la Posmodernidad este proyecto se mostró fallido, no pudiendo hablarse más del valor de la existencia, pero en el valor que la existencia tiene para el sujeto que está en el mundo de la vida (lebenswelt). ¿Cómo se da esto? A través de un movimiento procesual y paciente de individuación, que se realiza en la construcción de su Historia. Ahí está la gran cuestión: ¿Cómo individuarse pacientemente en una realidad cada vez más líquida, contingente y fluida? O como diría Nietzsche: “Cuando el Filósofo piensa en la presa general y en la rapidez de los hechos, en la desaparición de toda la especie de recogimiento y simplicidad, parece casi discernir los síntomas de la completa extirpación, de la erradicación total de la cultura”.

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