La definición de posmodernidad, lejos de ser un mero preciosismo, es de suma importancia, para no entender el fenómeno del nihilismo como una extensión de la propia Modernidad, inaugurada ésta por Kant en el siglo XVIII. Según Vattimo: “De acuerdo con Nietzsche y Heidegger, la modernidad se puede caracterizar por el hecho de que se basa en la apropiación de los fundamentos, que frecuentemente son pensados también como los orígenes”, de modo que las revoluciones teóricas y prácticas de la historia occidental se presentan y se legitiman, la mayoría de las veces como “recuperaciones, renacimiento, retorno”. Esta última fundamentación es la fe en el individuo como formador de su propio destino, o incluso, la esperanza y el optimismo en los grandes sistemas y metanarrativas de la Historia que apuntan para un futuro, alcanzando su auge en el desarrollo del pensamiento hegeliano.
La posmodernidad va en dirección contraria y tiene como principal fenómeno la ausencia de fundamentos, la caída trágica del individuo, su total aniquilamiento, teniendo como consecuencia el nihilismo, que según Vattimo: “Es con esta conclusión nihilista que se sale del hecho de la modernidad, según Nietzsche. Pues la noción de verdad no subsiste más y el fundamento no funciona más, dado que no hay fundamento alguno para creer en el fundamento, es decir, en el hecho de que el pensamiento deba fundar”: no se saldrá de la modernidad mediante una superación crítica, que sería un paso aún de todo interno a la propia Modernidad. Queda claro, así, que se debe buscar un camino diferente”. Y así podemos hablar en una posmodernidad y el nihilismo como su principal fenómeno, o mejor, el principal síntoma de nuestro tiempo (Zeitgeist), un mundo desencantado, del Dios muerto, ausente, una realidad decadente.
¿Qué nos resta frente a esta situación? Melancolías, libertinaje, individualismos exacerbados, revueltas políticas, dolor y sufrimiento, habiendo una crisis sin precedentes que nos empuja para fuera de la Modernidad que según Elizeu Gomes: “La posmodernidad, según Vattimo, para diferenciarse de la modernidad, debe afirmar, como su característica, el pensamiento débil, que es proponerse el repensamiento de todas las cuestiones sin pretender una superación, pero sí una sustentación de los mismos. Fuera de cualquier posibilidad de absolutizar un pensamiento o tomarlo como fundamento, el pensamiento débil se muestra sin fuerza, unidad y predeterminación, por el hecho de querer ser ultrametafísico, es decir, vivir en la consumación del nihilismo”.