Nihilismo, Friedich Nietzsche

Nihilismo, del latín nihil, es una expresión que designa una concepción o doctrina en la que el mundo, los entes y en particular los valores y los principios son negados o reducidos a la nada. La principal teorización de ese concepto, según Nicola Abbagnano, “es realmente hecha dentro de la filosofía de Nietzsche. Él no sólo designa el nihilismo partiendo de la idea de valor de la nada, sino que también distingue diferentes formas del ser reconocido” (2012, p. 829).

Nietzsche llama nihilismo negativo a aquel conjunto de valores exaltados a partir de la doctrina de los dos mundos de Platón, pasando por la Edad Media con el paraíso después de la muerte y la verdad divina. Tal definición está condicionada al intenso distanciamiento que estos valores generan sobre los valores de la tierra y de la vida.

Visto que el nihilismo que atañe la modernidad es llamado por Gilles Deleuze, filósofo y estudioso de la filosofía nietzscheana, de nihilismo relativo, donde los valores considerados supremos como Dios, la esencia, la verdad, el bien son retirados de la vida moral. Vemos ahora, el hombre científico como aquel que asume el puesto de ordenador del mundo y de los valores. El hombre ahora reacciona a Dios y en el trono que antes era dado a Él encontramos el científico. Aquí cabe recordar las palabras de Zaratustra: “Dios está muerto”. El personaje presenta la modernidad tanto como lugar como autora de la muerte De Él. En la modernidad no existe más la preocupación central con la muerte, se toma como otra forma de huida de la vida – el futuro; y cualquier futuro quita del hombre el hoy, el devenir, el conflicto que la vida es. En ese nihilismo existe aún una fe actuante, aún es necesario creer en algún ideal, existe la necesidad de verdad. Por tanto, esa forma de nihilismo presenta ideales que pueden ser religiosos, metafísicos o laicos, humanistas o materialistas.

En una especie de secuencia nihilista, tenemos el nihilismo completo. Ese se deshace de los valores y también se deshace de los lugares donde ellos se encuentran, es decir, el mundo ideal, suprasensible, verdadero. Esta forma de nihilismo puede ser dividida en pasiva y activa. El nihilismo pasivo, presentado en el pesimismo y en el budismo es considerado por Nietzsche como una especie de declive y retroceso del poder del espíritu, incapaz de alcanzar los fines propuestos. En ese nihilismo, el pesimismo lleva al sistema tradicional de valoración, tanto en el plano del conocimiento como en el plano ético-religioso o sociopolítico, a no hacer más efecto. Los valores pasan a quedar sin consistencia, no pudiendo actuar más como instancias donantes de sentido y fundamento para el conocimiento y para la acción.

Oswaldo Giacóia Jr., afirma que en el nihilismo pasivo el hombre vacío de sentido, se propone una búsqueda desesperada para prolongar su vida, de forma a apoyarse en los mecanismos más insólitos. Tanto el nihilismo negativo como el reactivo y el pasivo, extraen del hombre la posibilidad de vivir lo real, pues viabilizan tanto la negación del cuerpo, de las sensaciones, del aquí y ahora, de la contradicción y del conflicto, como lleva a una construcción de imágenes idealizadas o distorsionadas de sí mismo y del otro.

La alternativa para ese estado de cosas y principalmente para el problema de la pérdida de sentido, de consistencia de los conceptos y valores presentes en el hombre moderno, aparece en una sustitución por nuevos valores inherentes al propio hombre; posteriores a una clara aceptación de la muerte de Dios y la consecuente desvalorización de todos los valores de la moral y de la metafísica platónico-cristiana. Es a partir de la vivencia del ‘último’ nihilismo descrito por Nietzsche – el nihilismo activo y  afirmativo – que el hombre conseguirá estar “preso” a la tierra: porque el hombre que se renueva no quiere entender más el significado del mundo, pero sí vivirlo, consiguiendo imponer al mundo sus propios significados.

El nihilismo activo no puede ser alcanzado por autodenegación, pues para Nietzsche, “no es posible contornar el nihilismo anterior, puesto que lo tenemos comprendido en su integridad a partir de las condiciones de su génesis” (GIACÓIA, 2013, p.240). Por eso él recomienda atravesarlo hasta las últimas consecuencias, reflexionando sobre él en toda la extensión y profundidad. Para ello, requiere del hombre un reconocimiento de la voluntad de existencia de sí mismo lo que implica un profundo cambio en su manera de abordar la existencia. El nihilismo activo servirá de base y preparación a la nueva fase – ahora positiva y creadora de nuevos valores – dará fundamentos a una nueva cultura. Eso porque, para la institución de la nueva tabla de valores, la energía destructiva, considerada en sí misma, no es aún suficientemente poderosa; mientras tanto, “ella difiere de la reacción vengativa, hedonista o nostálgica del nihilismo pasivo y constituye la condición inicial e instauradora de nuevas referencias positivas de valor, la base para nuevas evaluaciones” (Idem, 2013, p. 241).

Ahora es necesario superar integralmente el nihilismo activo sin subterfugios y eso significa poder eximir las convicciones del pasado y los valores tradicionales. En los Fragmentos Póstumos, Nietzsche apunta para un hombre que además de permanecer muy atento a la necesidad de una interpretación para hacer posible una nueva comprensión, apuración de la facultad de interpretar, discernir, descifrar signos y enigmas, sin embargo busca liberarse de un maniqueísmo estrecho. Este hombre sería de los más conocidos, porque es aquel que no tiene necesidad de extremas demostraciones de fe y no apenas admite, como ama, una buena parte del acaso, de lo absurdo; este sería aquel que puede pensar respecto de alguien con una significativa reducción de su valor, sin con ello volverse pequeño y frágil. Ellos serían, por lo tanto, “hombres que están seguros de su poder y, con orgullo consciente, representan la alcanzada fuerza del hombre” (NIETZSCHE, 2011, p. 55).

En el extremo del nihilismo está aquel que desvaloriza todos los supremos valores, aquel que consigue aplicar en sí el sentido y la lógica de todo el proceso de tal modo, que lo alcanza en el nivel de la consciencia. Consigue dejar el pasado donde él está y tratar del futuro que está por venir sin ningún resentimiento por lo que pasó.

La llegada a ese nihilismo sólo puede ser emprendida tras la total vivencia de la aceptación de que la vida está en la dimensión de la nada, en la falta de ámbito y de sentido. En realidad, lo que Nietzsche afirma es que el hombre, a partir del momento en que inicia ese proceso de transformación interna, estará retornando a lo que él consideró una verdadera vida, dotada de discernimiento global, comprensión e interpretación de los nihilismos anteriores, además de mucha sensibilidad y principalmente – refinamiento histórico. Ese retorno es una forma simbólica de retoma del modelo de vida de los griegos del periodo de la Tragedia griega.

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References:

ABBAGNANO, Nicola. Dicionário de Filosofia. São Paulo: Martins Fontes, 2000.

BOTTON, Alain de. As consolações da filosofia. Trad.: Eneida Santos. Rio de Janeiro: Rocco, 2001.

DELEUZE, Gilles. Nietzsche a Filosofia. Trad. Ruth Joffily Dias e Edmundo Fernandes Dias. Rio de Janeiro: 1976.

FERRY, Luc. Vencer os medos: a filosofia como amor à sabedoria. Trad. Claudia Berliner. São Paulo: 2008.

GIACÓIA JUNIOR, Oswaldo. Nietzsche O humano como memória e como promessa. Petropólis: Vozes, 2013.

MACHADO, Robeto. Artigo: A alegria e o Trágico. Leituras de Zaratustra. Rio de Janeiro: Mauad X: Faperj, 2011.

NIETZSCHE, Friedrich. Assim falou Zaratustra. Trad. de Mário da Silva.  8°ed. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 1995.

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