Moral del esclavo es un concepto usado por Friedich Nietzsche para definir uno de los dos comportamientos que fundamentan su perspectiva sobre la moral. Nietzsche hace un examen sobre la consciencia de los valores morales, cómo son instituidos y dónde se creen fundamentados y muestra que ellos no son universales y ni tampoco caen en un relativismo. Para responder a matices relativos de la construcción de los valores morales él desarrolló una genealogía, donde analiza la manera de proceder de los individuos moralmente.
El sujeto de la moral del esclavo es resentido y frágil. Produce la idea de “malo” y la aplica sobre el otro (noble – valiente y más fuerte que él) -, por lo tanto, a partir de esa construcción, llega a través de la antítesis, a la idea de bueno, que atribuye a sí mismo. Para el frágil, malo es una creación primera, el acto fundador de su moral. Él sólo consigue afirmarse negando aquello a quien no se puede igualar. Negación y oposición: esa es la lógica de la moral del esclavo. Él también evalúa ante todo las acciones humanas y juzga a los hombres en consecuencia de ellas. Instaurando la cisión entre el hombre y el acto, inaugura un proceso de moralización cada vez más general.
El hombre de esta moral quiere aún transformar en fuerza la propia flaqueza. La transmuta en virtud, pretendiendo ser frágil y atribuyendo el mérito a la renuncia, a la paciencia y a la resignación. Es su imposibilidad de actuar en este mundo que lo lleva a forjar la existencia de otro donde tendrá posición destacada. La afirmación de esta vida aparece como el mal en sí, como lo que debe ser rechazado. Así, el hombre resentido traviste su impotencia en bondad, la bajeza temerosa en humildad, la sumisión a los que odia en obediencia, la cobardía en paciencia, o no poder vengarse en no querer vengarse. El reino de Dios aparece como producto del odio y del deseo de venganza de los débiles. Porque aniquila al fuerte.