Experiencia Valorativa

La vida humana está impregnada de valoraciones a las cuales designamos Experiencia Valorativa. El texto tiene como objetivo principal analizar y comprender la misma.

En el estudio de la acción humana está claro que el plano de actuar transporta consigo el poder de tomar una iniciativa, escoger un cierto camino por diversas razones y/o motivos. Podemos considerar que los valores son los motivos fundamentales de nuestras decisiones y acciones teniendo en cuenta que son la forma de que las legitimemos y justifiquemos, a este proceso se le llama experiencia valorativa.

El ser humano no se limita a estar pasivamente ante la realidad, es decir, todos nosotros conocemos la experiencia singular de preferir unos objetos en detrimento de otros. La existencia humana transcurre, pues, en un registro de posibilidades y elecciones a las que los deseos dan mayor o menor preferencia y en todo momento el ser humano elige ésta o aquella opción, mediante sus intereses/preferencias. De este modo la experiencia valorativa está inherente a las elecciones del ser humano, en la medida en que estamos constantemente realizando procesos de evaluación y estableciendo criterios preferenciales.

Es a través de los valores que atribuimos significado al mundo en que vivimos y a las acciones que en él desarrollamos, por consiguiente, todos actuamos en conformidad con nuestras preferencias y valores. El campo de posibilidades que en cada momento se abre no puede permanecer como un campo de posibilidades neutras, es decir, las posibilidades que cada vez se nos presentan no son posibilidades de contemplación, sino modos de estar en el mundo y, por ello, nos identificamos. Así, nuestra actitud ante lo real no es de distanciamiento, sino una actitud que nos lleva a tomar posiciones ante las cosas, personas y acontecimientos; estas actitudes preferenciales están presentes en todos los momentos de nuestra vida, cuando hacemos elecciones, si aceptamos o rechazamos, al construir proyectos y tomar decisiones tenemos inevitablemente preferencias enraizadas en valores.

Cabe destacar que el “valor” se distingue del “hecho”, pues los hechos se refieren a realidades concretas mientras los valores no están “presos” a las cosas, sino que el mismo objeto no es considerado de igual modo por todas las personas. Dicho esto, los juicios de valor se caracterizan por su neutralidad/imparcialidad correspondiendo a un registro de los hechos, dando por ello origen a una evaluación, a la opinión personal y a la expresión de las nuevas preferencias subjetivas.

Los valores son los motivos fundamentales de nuestras decisiones y acciones, es decir, los valores implícitos en nuestras elecciones son los criterios de lo preferible aunque el objeto sea el mismo, el modo como se perspectiva, el tipo de relación que se establece con él es diferente, en la medida en que decidimos y elegimos mediante nuestras preferencias.

Actuamos según una multiplicidad de valores, atribuyendo más importancia a unos que a otros, debido a su gran diversidad, los valores aparecen dispuestos según una escala que va de menor a mayor importancia, es decir, son jerarquizados, ordenados cualitativamente, como por ejemplo, valores vitales, valores útiles, valores éticos, valores religiosos entre otros. Esta jerarquización de valores es personal en la medida en que cada ser humano toma partido, cree y ordena la multiplicidad de valores para atribuir sentido a sus existencias mediante las opciones y decisiones.

Los valores acarrean consigo una doble cara que llamamos bipolaridad, en la medida en que existe siempre un polo negativo y otro positivo. Es decir, algo tiene valor cuando se contraponen a lo que no tiene (ejemplo: si consideramos algo bello implica el reconocimiento de su opuesto). Toda la escala de valores es bipolar, en la medida en que una valorización positiva corresponde a una negativa, en donde la experiencia de valor traduce siempre una adhesión o rechazo y, de ese modo, se separan y oponen el bien y el mal, lo justo y lo injusto.

Por último, la experiencia valorativa está inherente en todo nuestro campo de actuar, en la medida en que estamos constantemente realizando apreciaciones sobre las cosas y no quedamos indiferentes a las cosas que nos suceden con base en los valores.

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References:

  • Araújo, L. (1992). A Ética como Pensar Fundamental, Imprensa Nacional Casa da Moeda, pp. 182.
  • Lavelle, L. (1951). Traité des valeurs, Volume 1, Presses universitaires de France.
  • Vázquez, A. (2008). Ética, Civilização Brasileira, pp. 302.
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