La imagen corporativa (en cierta medida coincidente con el concepto de posicionamiento) corresponde a la percepción o traducción psicológica de la identidad corporativa, esto es, a la visión que el público en general tiene de la organización. Está, de esta forma, fuertemente asociada a la representación visual traducida en las percepciones que los distintos stakeholders construyen a partir de los distintos elementos de comunicación e interface con la organización, tales como publicidad, puntos de venta, relaciones públicas, símbolos, marcas, logotipos, colores, envases, etc.
Aunque corresponder a una visión externa de la organización, la imagen corporativa depende esencialmente del resultado de su actuación y de su relacionamiento con el mercado. Una actuación poco estructurada puede resultar en imágenes distintas de las aspiradas, imágenes imprecisas incluso imágenes diferenciadas consonante el tipo del público-blanco. Es fundamental, por consiguiente, dar una atención especial a la comunicación de forma a haber algún control sobre la visión externa de la organización. Para eso deberá ser asegurada una perfecta integración entre la comunicación interna, la comunicación de marketing y la comunicación institucional, que deberán estar en consonancia con la estrategia y con su misión y valores.