Azulejo

Azulejo, es un término que designa una pieza de cerámica de poco espesor, generalmente cuadrada, en la que una de las caras es vidriada, resultado de la cocción de un revestimiento generalmente denominado de esmalte, que se vuelve impermeable y brillante. Esta cara puede ser monocromática o policromática, lisa o en relieve.

El azulejo es la palabra portuguesa para designar esa placa de cerámica que por lo general tiene un lado, decorado y esmaltado. Siendo una de las formas de producción y exploración artística y decorativas de Portugal. Su uso es común a otros países como España, Italia, Países Bajos, Turquía, Irán y Marruecos, pero en Portugal es particularmente importante en el contexto de la creación artística Arquitectónica y de cultural social y universal.

La palabra azulejo viene del árabe azzelij, que significa pequeña piedra pulida usada para dibujar el mosaico bizantino del Oriente Próximo. Sin embargo, con demasiada frecuencia, se relaciona con el término azul (término persa لاژور lazkward, lapislázuli) como parte de la producción portuguesa de baldosas caracterizadas por el uso mayoritario de este color, pero el verdadero origen de la palabra es árabe.

Las dimensiones más usuales de los azulejos son: 15×15 cm, a pesar de que también es frecuente encontrarlos de 10×10 cm, o en formato rectangular. El asentamiento de los azulejos puede ser en mortero de cemento y arena, traza 1:6 en volumen, o aplicado directamente sobre el embozo con pasta de cemento o cola epóxica. Antes de la aplicación, el azulejo debe estar chapoteado con mortero de cemento y arena, traza 1: 3 en volumen y luego sumergido en el agua durante 24 horas para la saturación.

El azulejo es normalmente, utilizado en gran número como un elemento asociado a la arquitectura, para el revestimiento de superficies interiores o exteriores o como elemento decorativo aislado.

El arte de la producción artística, pintura en azulejo, creó profundas raíces en la Península Ibérica por la influencia Moura, que trajeron los mosaicos para adornar las paredes de sus palacios dándoles brillo y ostentación, a través de un juego geométrico complejo. Estilo que acabó fascinando y marcando la producción artística y arquitectónica, principalmente en el sur de la Península Ibérica.

Los artesanos tomaron las técnicas moriscas, la simplificaron y adaptaran los patrones al gusto occidental. Los primeros ejemplos utilizados en Portugal, el hispano y morisco, llegaron a finales del siglo XV, utilizándose para forrar las paredes de palacios e iglesias. Después de unos setenta años, en el 1560, comienzan a surgir los primeros talleres de exclusivos de cerámica, que producen baldosas de acuerdo con la técnica de mayólica, importado de Italia.

De Oriente llegó el sentido del brillo, la exuberancia y la fantasía de los motivos ornamentales, especialmente a través de los tejidos, y el uso de colores exuberantes. De China vino el azul de la porcelana, que en la segunda mitad del siglo XVII,  condujo al azulejo y las composiciones llenas de dinamismo y formas llenas de movimiento.

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Panel de azulejos Parque Eduardo VII de Jorge Colaço (1922), en Lisboa.

A finales del siglo XVII, principios del siglo XVIII, Portugal importada de Holanda grandes cantidades de baldosas, absorbiendo de ella, la pureza y el refinamiento de los materiales, así como la idea de la especialización de los artistas.

Sin embargo, el azulejo portugués no se encuentra limitada a recibir influencias del exterior. La cultura del azulejo Portugues, se impone a la cultura portuguesa y mundial, por su fuerza como elemento adicional en una longa história de producción arquitectónica. A pesar, de Portugal inicialmente utilizar azulejos extranjeros, siempre les dio un uso completamente diferente de lo que era tradicional en los países de origen, creando así nuevas tendencias culturales y artísticas.

Hasta finales del siglo XVII, los patrones multicolores se utilizaron como decoración para sugerir líneas diagonales, desempeñando un papel importante y dinámico en la arquitectura. Los ritmos diagonales no se armonizaban bien con las líneas principalmente verticales y horizontales de la arquitectura, de este modo, el azulejo ayudaba a alterar en cierto modo, el carácter de los espacios.

A partir del siglo XIX, el azulejo gana más visibilidad, sale de los palacios y de las iglesias para las fachadas de los edificios e moradias comunes, en una estrecha relación con la arquitectura urbana Portuguesa. El paisaje urbano se ilumina con la luz reflejada en las superficies de color y acristalamiento las baldosas.

La producción de azulejos se vuelve intensa, creando la necesidad de nuevas fábricas por todo el país, principalmente, en Lisboa, Oporto y Aveiro. Más tarde, ya en pleno siglo XX, el azulejo entra en las estaciones de ferrocarril y en las estaciones de metro, siendo algunos conjuntos, firmados por grandes e consagrados artistas portugueses.

En la primera mitad del siglo XX, el azulejo se caracterizó, por un lado, por la exuberancia y gran intensidad de color de sus frisos, composiciones y paneles de Arte Nueva. Por otro lado, había una producción de azulejos de tendencia nacionalista.

Con el tiempo el azulejo termina convirtiéndose en un objeto común del cotidiano universal, cuando se convierte en una solución decorativa para cocinas y cuartos de baño, en una prueba de resistencia, innovación y renovación de esta pequeña pieza de cerámica.

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