La ‘Teoría de la Evolución de las Especies’ fue desarrollada en conjunto por dos naturalistas del siglo XIX, Charles Darwin en Inglaterra y Alfred Wallace en el País de Gales, desarrollaron los contornos y los principios esenciales de esta teoría, de forma independiente uno de otro, habiendo, sin embargo, llegado a las mismas conclusiones.
Podemos resumir esta teoría diciendo que es un sistema que pretende explicar los procesos que conducen a la evolución de las especies. El concepto de ‘evolución de las especies’ implicó la aceptación del hecho de que las especies derivan de otras especies preexistentes. Esta idea se encontraba fermentando entre algunos elementos de las academias científicas del siglo XIX y se oponía a la creencia secular de que todas las especies fueron creadas por Dios durante un acto de creación único. Como frutos de la creación divina, las especies y toda la naturaleza eran encaradas como obras acabadas, modelos de la perfección reflejando la perfección del Creador. Este es el sustento del modelo creacionista del origen de las especies.
Habiendo sido este pensamiento aplicado durante siglos al origen y formación de todos los elementos naturales, no sólo el origen de las especies sino el origen de los cuerpos celestes, un modelo explicativo evolucionista de la creación de la naturaleza no era bien encarado por la comunidad científica del siglo XIX.
La selección natural
Sin embargo, la ‘Teoría de la Evolución de las Especies’ se desarrolló con base en tres observaciones principales. Se basó en la observación de que todos los seres vivos son diferentes, de que pueden transmitir sus características a la descendencia y de que todos los individuos están envueltos en una lucha por la supervivencia.
En esta lucha por la supervivencia, algunos individuos son más exitosos que otros siendo, de esta forma, los individuos más aptos los que más se reproducen y poseen una mayor representación de su fondo genético en las generaciones siguientes. Así, los caracteres hereditarios de los individuos más aptos en una determinada generación serán aquellos que están presentes más frecuentemente en las generaciones futuras. Este proceso de aumento de la frecuencia de determinados alelos (luego, el aumento de los caracteres anatómicos y fisiológicos determinados por esos genes) en una población, alelos portadores de una ventaja adaptativa en un determinado ambiente, se designa como ‘selección natural’. A lo largo de varias generaciones la selección natural resulta en un cambio – la evolución.
La evolución de las especies
La evolución de las especies es difícil de observar porque, generalmente, las modificaciones visibles son producidas a un ritmo muy lento. Sin embargo, estas modificaciones están siempre transcurriendo en el seno de las poblaciones y de las especies.
Muchas veces, la selección natural altera gradualmente el fondo genético de las poblaciones. Algunos alelos se vuelven más frecuentes mientras otros disminuyen de frecuencia y acaban por desaparecer.
Estas alteraciones pueden conducir a un proceso de especiación o formación de nuevas especies, en el caso de las alteraciones del fondo genético de una población producir una subpoblación aislada reproductivamente de la población materna. Esto significa que la diferenciación genética alcanzada entre las dos poblaciones hace inviable la reproducción de la nueva población con los individuos que le dieron origen habiendo así ocurrido la formación de especies.
El registro fósil
La aparición de restos fósiles es la prueba definitiva de que los organismos evolucionan y de que las especies actuales descienden de otras formas semejantes que les dieron origen. Los fósiles se encuentran depositados en capas de roca superpuestas, cada una representativa de un periodo de tiempo pasado. La observación conjunta de todos esos restos de la vida que existió en el pasado son como pequeñas piezas de un puzle y nos permite reconstruir el recorrido de la historia de la vida en la Tierra.
La observación de los fósiles demuestra que, a medida que los seres vivos evolucionan, algunas especies aumentan su distribución mientras otras disminuyen de densidad. Con el paso del tiempo, una especie puede incluso desaparecer por completo o extinguirse, como fue el caso de las amonitas o del Dodo (Raphus cucullatus), un ave no voladora que se extinguió en el siglo XVIII debido a la caza por parte del Hombre.
References:
- Mark Jobling, Edward Hollox, Matthew Hurles, Toomas Kivisild, Chris Tyler-Smith. (2013) . Human Evolutionary Genetics. Garland Science.
- Charles Darwin. (2004). Autobiografia. Relógio d’Água.