Los mecanismos de defensa específicos del sistema inmunitario son designados como inmunidad adquirida y son desencadenados algunos días tras la exposición del organismo al agente patógeno. Los mecanismos de defensa específicos del sistema inmunitario constituyen una tercera línea de defensa del organismo que asienta en las acciones de los linfocitos que son dirigidas de forma específica contra un determinado tipo de agente agresor.
En los animales superiores, concretamente los vertebrados, existen dos tipos de linfocitos: los linfocitos B y los linfocitos T. Los linfocitos son células producidas a partir de células estaminales en la médula ósea o en el hígado, durante el periodo fetal. En un periodo inicial, los linfocitos son iguales, posteriormente, sufren un proceso de maduración que puede ocurrir en diferentes lugares. Los linfocitos que migran de la médula ósea para el timo dan origen a los linfocitos T. Los linfocitos que permanecen en la médula ósea y ahí continúan su proceso de maduración dan origen a los linfocitos B.
Los linfocitos B son responsables por un conjunto de procesos designados inmunidad humoral, o inmunidad mediada por anticuerpos. Los linfocitos T actúan en un mecanismo inmunitario designado inmunidad celular o inmunidad mediada por células.
Una molécula que sea capaz de desencadenar una respuesta específica de un linfocito recibe el nombre de antígeno. Los antígenos pueden ser moléculas de virus, bacterias, protozoos o de otros parásitos de mayores dimensiones. En otros casos, pueden ser moléculas extrañas al organismo, que se encuentran en el polen o en las células de tejidos trasplantados.
Durante el proceso de maduración, los linfocitos adquieren moléculas específicas, los receptores de antígenos, que, posteriormente, permitirán hacer su reconocimiento. De esta forma, los linfocitos pasan a ser capaces de participar en la respuesta inmunitaria y, por ello, son designados inmunocompetentes. Durante este proceso, los linfocitos tienen también que adquirir la capacidad de distinguir lo que es propio de lo que es extraño al organismo. Así, los linfocitos que presenten en sus membranas receptores para antígenos propios, es decir, moléculas que forman parte de ese organismo, son eliminados. En el caso de que esto sucediera, se desarrollaría una acción del sistema inmunitario contra el propio organismo.
Posteriormente, los linfocitos migran para diversos órganos y tejidos, como el bazo, las amígdalas, los ganglios linfáticos, la sangre y la linfa.
No obstante, la existencia de inmunidad humoral e inmunidad celular, así como el hecho de que los linfocitos B y linfocitos T se especialicen en diferentes tipos de antígenos, estas células actúan de forma concertada, cooperando en el sentido de eliminar los agentes agresores. De entre los mecanismos de defensa específicos la inmunidad humoral es el mecanismo que tiene como base la capacidad de que los linfocitos B reconozcan antígenos específicos, que desencadenarán una respuesta para proteger el organismo contra los agresores.
La inmunidad celular es el mecanismo inmunitario que tiene como base la mediación celular. En este proceso la acción es realizada por los linfocitos T.