Introducción al pensamiento de Maimónides.
Moisés Maimónides (138-1204), conocido en el mundo anglófono como Maimónides y como Rambam por los hebreos, fue no sólo una tremenda autoridad rabínica en la cultura hispano-judía, sino que también se volvió conocido como el supremo filósofo judío en el periodo medieval: tal fue el impacto de su pensamiento, que aún es considerablemente leído contemporáneamente. Inicialmente influido fuertemente por el aristotelismo neoplatónico, cuya raíz tiene sólo en los círculos islámicos de la filosofía, posteriormente se separó del pensamiento aristotélico al enfatizar los límites del conocimiento humano y la fundación cuestionable de partes significantes de la astronomía y metafísica. Maimónides alcanzó fama como físico y escribió numerosos tratados médicos sobre un gran conjunto de enfermedades y sus respectivas curas. Las generaciones siguientes de filósofos escribieron comentarios extensos sobre sus trabajos, que influyeron en la filosofía de Tomás de Aquino, Espinosa, Leibniz y Newton.
Descifrar las teorías metafísica de Maimónides es un proceso delicado y complejo, puesto que el filósofo escribió su trabajo filosófico principal, The Guide of the Perplexed (1190), en un estilo absolutamente esotérico, típicamente cultivado por los pensadores musulmanes. Supuestamente, Maimónides evitó evidenciar sus visiones de propósito, hasta el punto de deliberadamente inserir contradicciones en sus textos, ocultando así sus intenciones verdaderas. Adicionalmente, esta obra primó por destinarse principalmente a exponer una teoría sistemática, para así a interpretar filosóficamente los textos bíblicos y rabínicos, especialmente los capítulos respectivos a la creación divina y a la metafísica, para así posibilitar la aprehensión de los lectores más capacitados.
A pesar de estos impedimentos inherentes a la metodología de Maimónides, es correcto identificar el sistema filosófico de Maimónides como un “aristotelismo neoplatónico”, en el cual encontramos una estructura de diez emanaciones intelectuales y esferas. El intelecto, por así llamarlo, más rudimentario, es el intelecto activo, que provoca los fenómenos sublunares, incluyendo el proceso de cognición humana. Dios es identificado como el primer impulso aristotélico y como un existente necesario transcendente, y su esencia es desconocida, por lo que tenemos como “conocimiento”, “potencia”, “deseo” y “viviente” tienen que ser comprendidos como predicados negativos cuando son atribuidos a Dios. Por consiguiente, Maimónides defiende firmemente que las categorías conceptuales formuladas por el humano no se aplican del todo a Dios.
Las acciones de Dios y las características morales que ejemplifica son cognoscibles, pero para Maimónides, las “acciones de Dios” se categorizan como eventos naturales. Esta lectura por parte del filósofo es sintomática de una amplia sensibilidad naturalista: a título de ejemplo, Maimónides intenta reducir el número de milagros, reduciendo estos a fenómenos que pertenecen al orden de la naturaleza; de igual modo, clasifica la profecía y la providencia como procesos naturales que se desenvuelven de acuerdo con el desarrollo apropiado del intelecto. Así, no esté extrañar que Maimónides sea un crítico asiduo de los ocasionalistas islámicos, dada la creencia radical de estos en intervenciones divinas constantes. Cuando la tesis del mundo haya sido creada de la nada, creada a partir de la materia eterna, o exista desde siempre, Maimónides argumenta que no hay forma de solucionar esa controversia, dada la imposibilidad demostrativa de una respuesta conclusiva y optando por considerar apropiado seguir la doctrina bíblica en cuanto a la formación del mundo.
Sobre la naturaleza humana, está lo que Maimónides tiene que decir: los seres humanos son distinguidos por su intelecto (a “imagen de Dios” en la construcción filosófica del Génesis), siendo tal y cual como en el pensamiento platónico, propensos a sufrir limitaciones cognitivas y sujetos a la interferencia del apetito como resultado de la existencia de materia. Nuestro conocimiento de la metafísica y de la física celestial es, consecuentemente, limitado. Aunque el ser humano consiga conocer seres inmateriales del todo o no, para Maimónides ésta es una cuestión inherentemente disputada: una respuesta definitiva tendría grandes repercusiones en lo que se refiere a temas como la “Inmortalidad”, la “Providencia”, la “Profecía”, y la “Perfección Humana”.
References:
Buijs, J.A (1988), Maimonides: A Collection of Critical Essays, Notre Dama, University of Notre Dame Press.
Fox, M. (1989), Interpreting Maimonides, Chicago, Chicago University Press.