Introducción al concepto de Historicismo.
El término historicismo ha sido usado para designar posiciones metodológicas demasiado discrepantes, e incluso opuestas. Tal vez la apropiación del término, tal como se encuentra promovido en Leopold von Ranke y Hans-Georg Gadamer, revela el rayo de aplicación de la metodología en su forma más extrema. Karl Popper usó el término en sentido restringido para designar cualquier teoría que defiende que existen leyes de cambio histórico sui generis, no reducibles o expresables en regularidades físicas o sociales, o eventos psicológicos. El repudio de Popper por tales posibilidades, asienta en la convicción de que existen leyes invariables que rigen la naturaleza y lo humano.
Por otro lado, la idea de que las leyes de la naturaleza puedan ser idealizadas como artefactos construidos para explicar teorías, que en la filosofía angloamericana es asociada con el trabajo de Khun, puede ser entendida como un corolario del historicismo: concretamente, que la naturaleza histórica de la ciencia precede el descubrimiento o existencia de invariables nomotéticas. Esta teoría de la historia – de que el mundo es un flujo, indiferentemente de abordar la naturaleza física o los asuntos humanos – es el centro neurálgico del historicismo promovido por Gadamer y una variante más extrema, por Michel Foucault. Pero, es notable que los posteriores historiadores en la estela de Gadamer y Foucault, hayan rechazado generalizar sus descubrimientos a la naturaleza.
El contraste inicial entre el historicismo del siglo XIX y el historicismo de finales del siglo XX se define en estos moldes: (1) neutralidad para con el idealismo; (2) objetividad para con la verdad histórica, o como mínimo, la relativización de las declaraciones tomadas por verdaderas (pero no de la propia Verdad) a contingencias históricas. Las discusiones habituales tienden a ser concentradas en los límites de la historia discursiva; pero las implicaciones del historicismo sí son coherentes, no serán confinadas a fenómenos sociales o psicológicos, por la razón obvia de que la construcción de una investigación, cuando es históricamente sustentada con fuerza, equivale a la desaprobación de disyunciones conceptuales entre las ciencias humanas o ciencias naturales. Por consiguiente, la objetividad, supuestamente representaría la simbiosis entre el lenguaje y el mundo, aunque a partir de un horizonte histórico incompleto.
De esta manera, el historicismo es una versión radical antitética del realismo, consistiendo éste en una teoría de la verdad con correspondencia a una realidad independiente, cuyas propiedades son, en principio, invulnerables a los moldes lingüísticos que el humano aplica en el tratamiento del mundo. La radicalización de recientes versiones del historicismo trajo a la luz, conciernen incluso a la propia historia del pensamiento: el pensamiento tiene una historia y esa historia no puede ser endógenamente comprendida por la inteligencia reflexiva del ser humano, pues este pensamiento es formado en el proceso de existencia social. La objetividad no consideraba imposible a partir del punto de vista de los practicantes del historicismo, pero es distintamente problemático: se convierte en un artefacto de la historia. En Gadamer, la objetividad es frágilmente presupuesta, pero prácticamente nunca discutida. En Foucault, la verdad es una preocupación constante pero no perseguida de modo a ser solucionadas las paradojas de la referencia: paradojas que resultan de que la “verdad” sea al mismo tiempo un artefacto de algún régimen discursivo y una especificación objetiva de que esa verdad funciona bajo tal condición.
El historicismo contemporáneo no es escéptico en cuanto a la posibilidad de la ciencia, pero debe reinterpretar aquello que la ciencia conquista como una conquista provisional de una práctica histórica que no puede ser comandada por algún fin teleológico o progresivo, sino que es contextual. En este sentido, el historicismo es fuertemente opuesto al inductivismo, al falsacionismo y al objetivismo, movimientos característicos de la filosofía de la ciencia típica del siglo XX: pero el historicismo no es necesariamente opuesto a la objetividad científica o al progreso. Lo que es decisivo en el historicismo es que en su versión más moderada nunca propone una interpretación histórica privilegiada, pues eso sería someter la doctrina que defiende.
References:
Bernstein, Richard J. (1983), Beyond Objectivism and Relativism: Science, Hermeneutics, and Praxis, Philadelphia, Universtity of Pennsylvania Press.
Gadamer, Hans-George (1999), Verdade e Método, Petrópolis, Editora Vozes.