Anicius Manlius Severinus Boethius (475-7 E.C, 526? E.C), fue un filósofo romano que conocemos por el nombre de Boecio, otorgado con el privilegio de haber sido uno de los intermediarios más brillantes e importantes entre la filosofía antigua y la Edad Media latina.
El trabajo de Boecio tuvo una profunda influencia en la historia de la metafísica en el mundo latino. Al contrario de lo que se juzga, esa influencia no resulta de la famosa obra De consolatione philosophiae (La Consolación de la Filosofía), sino del trabajo referido en la Edad Media como De hebdomadibus, o “De las Semanas” aunque este ensayo presente nueve reglas. El título verdadero de la obra es una cuestión que Boecio lanzó a un amigo: ¿cómo podrá la bondad, propiedad transcendental de los seres, ser aplicada a las criaturas y a Dios? (“Quo modo substantiae in eo quod sint bonae sint cum non sint substantialia bona.”)
Esta obra presenta una notable sistematicidad por la forma como Boecio decidió abordar la cuestión expuesta al amigo: intentará solucionar el problema de acuerdo con los métodos que son propios a la matemática. (Por otro lado Espinosa en la obra Ética optó por un método de exposición a la moda de los geómetras). Así, la exposición de este tratado comienza con ocho proposiciones o axiomas, a partir de las cuales el argumento podrá ser deducido: Boecio nos regala un modelo de una metafísica axiomática que procede como una razón geométrica.
El segundo axioma consiste en una distinción entre el Ser (ese) y aquello que es (quod est), pues el Ser en Sí no existe, sino aquello que realmente existe, es aquello que Es. El significado preciso de esta diferencia es controvertido, pues esta diferencia es habitualmente interpretada como una distinción entre una cosa concreta y su forma sustancial, aquello por lo cual una cosa es (quo est). Boecio utiliza esta distinción para explicar la diferencia ontológica entre el ser creado y el Ser Supremo. La señal del ser creado es el hecho de ser compuesto: su ser y lo que realmente es no son idénticos. A través de su composición, este ser es diferenciado del Ser Supremo, que en vez de ser compuesto es simple.
Este tratado fue intensamente comentado y debatido desde su publicación hasta los tiempos que acompañaron la Dinastía Carolingia. Uno de los más importantes comentarios a la obra surgió a partir de la lectura del tratado por Tomás de Aquino en el siglo XIII. Durante la Edad Media Latina, los axiomas de Boecio fueron frecuentemente citados en los debates referentes a la distinción entre esencia y existencia.
De un modo general, la influencia de Boecio en la Edad Media fue amplia: en conjunto con San Agustín y Aristóteles, Boecio es uno de los autores teológicos y filosóficos más fundamental en la tradición latina. En la lógica, las traducciones de las obras de Aristóteles y Porfirio de Tira atribuidas a Boecio, permanecieron como traducción estándar en el transcurso de la Edad Media. Los comentarios a la obra de Aristóteles intitulada Categorías o comentario avanzado De la Interpretación, se convirtieron en los instrumentos principales a través de los cuales los estudiosos de la lógica, del siglo IX al siglo XII, consiguieron comprender los textos aristotélicos, y debatir precisamente los problemas filosóficos levantados en la filosofía antigua. Los tratados teológicos ya eran probablemente conocidos en el siglo X, y una amplia tradición de glosas de los textos puede ser trazada hasta el siglo IX. A pesar de la popularidad de Boecio ser consensual, el tamaño de su influencia medieval es a veces olvidado por los historiadores de la filosofía, que con esa actitud provocan la casi desaparición de Boecio en la historiografía de la disciplina. No obstante, a pesar de ser el mediador de la cultura griega antigua, Boecio fue también un pensador individual, con pronunciados gustos y visiones tan originales como sus maestros.
References:
McInerny, R. (1990), Boethius and Aquinas, Washington, The Catholic University of America Press.
