Concepto de Absoluto
La palabra absoluto deriva del latín, absolutum que significa apagado, acabado, separado, suelto, es decir, aquello que existe independiente de cualquier otra cosa. Así, mientras que su significado común es el de caracterizar en ciertas expresiones una realidad llevada a su grado más elevado y no sujeto a cualquier restricción (por ejemplo “poder absoluto”), en metafísica es absoluto todo aquello que, para existir o para ser verdadero, depende apenas de sí mismo y de nada más. Por otro lado no existe por una relación con otro pero puede tener relaciones con otros.
Lo absoluto así concebido no puede ser definido positivamente: se puede decir que lo absoluto no tiene causas, pues si las tuviera dependería de otra cosa; no tiene forma, pues sería determinado por ella; y nada existe fuera de él, pues en ese caso no sería absoluto. En este sentido, lo absoluto es todo aquello que para existir o ser verdadero depende apenas de sí mismo y de nada más. Lo absoluto remite así para un forma extrema de independencia y de autosuficiencia.
Este concepto de absoluto se encuentra en los fundamentos del pensamiento medieval y, más concretamente, en la teología negativa que identifica lo absoluto con Dios, de quien sólo se puede saber lo que es y lo que no es. Nicolau de Cusa afirmaba, en el siglo XV que “el conocimiento de la verdad absoluta transciende nuestro entendimiento finito” y que “Dios se entiende comprensiblemente”.
La concepción de absoluto como entidad substantiva diferente de Dios aparece en el idealismo alemán, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo siguiente. Para los filósofos de este período, lo absoluto surge como el fundamento último de la razón y ésta, a su vez, de la realidad. Kant afirma que el fundamento último de la razón tiene que ser absolutamente incondicionado.
Más tarde, Fichte llevó la idea de absoluto al extremo subjetivismo, identificándolo como el yo universal. Friedrich Schelling entendía lo absoluto como fundamento universal de la realidad, que contiene en sí mismo su principio espiritual. La unidad entre sujeto y objeto propuesta por Schelling, que Hegel calificó de “indiscriminada”, fue la base de la crítica hegeliana a su concepción de absoluto.
Actualmente la noción de absoluto se confunde con la de totalidad y fundamento de lo real, sea ella concebida desde un punto de vista idealista o materialista. La problemática de lo absoluto constituye hoy uno de los problemas fundamentales de la Filosofía ya que constituye el motor de todo el trabajo intelectual y, tal como refería Hegel, de toda la acción humana. De hecho, lo absoluto está presente en toda la acción efectiva, en la felicidad de actuar o de descubrir, siendo la reflexión filosófica la responsable por la posibilidad de alcanzar el conocimiento de esos momentos privilegiados. En síntesis, la idea de absoluto nos remite para la idea de ser incondicionado, independiente, es decir, que es relativo al ser que nada supone, que basta a sí mismo y que por tal motivo es necesario, infinito y perfecto.