El concepto de transnacionalismo, descrito como parte integral del proceso de globalización, ha adquirido una creciente popularidad en la esfera de la ciencia política y de las ciencias sociales.
El concepto de transnacionalismo, descrito como parte integral del proceso de globalización, ha adquirido una creciente popularidad en la esfera de la ciencia política y de las ciencias sociales. Originalmente llamado en economía para describir los flujos de capital y mano de obra que transponían los límites fronterizos de las naciones en la segunda mitad del siglo XX, este concepto acabó posteriormente aplicado al estudio de las diásporas étnicas y de la migración internacional. La perspectiva transnacional se volvió cada vez más útil en la exploración de tópicos como la integración económica de inmigrantes, la identidad, la ciudadanía y la retención cultural. El transnacionalismo abarca una gran variedad de relaciones sociales multifacéticas, que son incorporadas en, o transcienden dos o más Estados-nación, excediendo por ello las delimitaciones territoriales, sociopolíticas y culturales.
Algunos autores argumentan que el transnacionalismo podrá ser un nuevo nombre para un viejo fenómeno, en el sentido en que la mayor parte de los grandes movimientos migratorios del pasado fueron tipificados por la retención etnocultural y los contactos con la tierra de origen. De hecho, los estudios históricos de las diásporas étnicas demostraron que los inmigrantes nunca deshicieron plenamente los lazos con los países que dejaron atrás. Aún así, debido a las limitaciones técnicas y económicas del momento, para gran parte de los migrantes estos lazos permanecieron como un sustrato sentimental y cultural, raramente expresados en movimientos activos o comunicación además de las fronteras. Incluso los lazos económicos con los países de origen fueron típicamente limitados a las remesas enviadas a las familias. Aunque, más de un cuarto de los migrantes transatlánticos de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX eventualmente han regresado a los países de origen, la decisión de ser repatriados fue de hecho una elección crítica e irreversible a ser realizada. De ahí que para una gran parte de los migrantes históricos, la reubicación se haya revelado un proceso irreversible, que supuso siempre la dicotomía “quedarse o emigrar”.
A finales del siglo XX, los medios de comunicación y transporte eficientes y relativamente baratos (tecnologías de compresión del tiempo y espacio), hicieron la dicotomía mencionada ampliamente irrelevante. Las nuevas tecnologías crearon virtualmente nuevos patrones de relaciones sociales, o, como mínimo, reforzaron tendencias preexistentes. Por eso mismo, permitieron a numerosas comunidades de diáspora, la vivienda en dos o más países en el debido tiempo, al ayudar en el cultivo de lazos sociales y físicos con los lugares de origen. Las actividades transnacionales y los estilos de vida derivados se volvieron ampliamente diseminados, incorporando un enorme número de personas y asumiendo un papel representativo en la economía, política, y vida social de los países involucrados. Es común dividir el transnacionalismo en dos movimientos: el transnacionalismo “de arriba” (from above), y el transnacionalismo “de abajo” (from below), (Guarnizo and Smith, 1998).
El primero se refiere a la economía institucionalizada y a las actividades políticas de las corporaciones multinacionales y organizaciones como las Naciones Unidas, Amnistía Internacional o Greenpeace, que desencadenaron una gran escala de intercambios ecuménicos de capital financiero y humano. En segundo lugar, cabe cada vez más a los migrantes ordinarios asumir papeles destacados en estas redes: estos son agentes transnacionales que gestionan pequeños negocios en la tierra natal, que organizan el intercambio de bienes materiales (como la comida étnica), bienes culturales dentro de la diáspora y realizan viajes al país de origen. Se llama a este estilo de vida transnacional.
La experiencia migratoria en el contexto de una sociedad global, donde el constante intercambio de personas, productos e ideas es reforzada por las redes globales de los medios, obtuvo una nueva calidad. De ahí que la fidelidad para con un país y una sola cultura no sea más evidente: los actores, actualmente, pueden dividir la presencia física, el esfuerzo y la identidad, entre numerosas sociedades. La ciudadanía y la participación política están volviéndose bifocales y multifocales, puesto que algunos de los países que envían personas, permitieron a los expatriados continuar siendo ciudadanos, votar en las elecciones nacionales y establecer movimientos políticos. Relativamente a este contexto, los migrantes internacionales pueden ser considerados transmigrantes que desarrollan actividades económicas, disfrutan de la vida cultural y alimentan densas redes informales no sólo con la tierra de origen, sino con otras ramificaciones nacionales de la diáspora.
References:
Castells, M. (1996) The Rise of the Network Society. Blackwell, Oxford.