Impresionismo

El Impresionismo es un movimiento pictórico que surge en Francia a finales del siglo XIX en contra de las fórmulas artísticas impuestas por la Academia Francesa de Bellas Artes, que fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las exposiciones oficiales en el Salón parisino. El objetivo de los impresionistas era conseguir una representación del mundo espontánea y directa.

El Impresionismo fue un movimiento artístico que revolucionó profundamente la pintura e inició, a las grandes tendencias del arte del siglo XX, constituyendo el momento inaugural de lo que sería el inicio del Arte Moderna.

El Impresionismo, tuvo su apogeo entre 1860 y 1870, en el seno de un grupo de jóvenes artistas que se reunía en el Café Guerbois, para discutir, de modo vehemente e inflamado, sus actitudes e incertidumbres comunes acerca de la pintura y el arte.

Fue Louis Leroy, crítico de arte, quien utilizó la palabra «impresión» para dar un nombre peyorativo al grupo, considerando que sus obras eran inconclusas, una mera impresión lejos de la realidad. A modo de anécdota, se admite comúnmente que el grupo adoptó el nombre de impresionistas tras las críticas virulentas de Leroy.

No obstante, los impresionistas fueron respaldados por escritores, en particular por Émile Zola, quien publicó artículos en defensa del movimiento que conoció gracias a su amigo de infancia, Cézanne. Por ejemplo, en el diario l’Événement del 30 de abril de 1866, Zola declara: «escribo precisamente estos artículos para exigir que los artistas que serán indudablemente los maestros de mañana no sean perseguidos hoy.»

Aunque no se puede hablar en una escuela homogénea o en un programa definido, es posible encontrar ciertos principios comunes en la pintura de estos artistas: preferencia por el registro de la experiencia contemporánea, observación de la naturaleza basada en impresiones personales y sensaciones visuales inmediatas, con la suspensión de los contornos y de los claroscuros en favor de pinceladas fragmentadas y yuxtapuestas. Aprovechamiento máximo de la luminosidad y el uso de colores complementarios, favorecidos e inspirados por la pintura al aire libre.

Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios (azul, rojo y amarillo) y los complementarios (naranja, verde y violeta). Consiguieron ofrecer una ilusión de la realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de color cortas y yuxtapuestas. Tenían el principio de no mezclar los colores, sino de ojalas a través de rápidos toques y pinceladas que recuerdan la espontaneidad de su arte. La elección de los colores da riqueza al cuadro, y los colores vivos y claros que expresan los efectos de luz en los paisajes dan un aspecto jamás visto en la pintura de aquella época. Cuanto más visibles los efectos del movimiento de los paisajes, más perturbadora es la visión de la naturaleza, profundamente ligada a las impresiones sensoriales de sus autores, fundadas en un individualismo creciente, lejos de los Academicismos. Buscaban escapar de los códigos restringidos fijados por la Academia Real de Pintura y de Escultura de la época. Y éste, será el motivo por el cual, acaban trabajando en talleres privados para poder pintar a su manera y con toda libertad.

El espíritu del Impresionismo es de alguna manera resumido en una frase dicha por Manet: Je peinsce que je vois, et non ce qu’il plaît aux autres de voir. («Yo pinto lo que veo, y no lo que para los demás es agradable ver»).

El Impresionismo parte del análisis de la realidad. Hasta ahora la pintura reproducía un escenario en el que ocurría un acontecimiento que conformaba el mensaje para el espectador. Ahora, se quiere que la obra reproduzca la percepción visual del autor en un momento determinado, la luz y el color real que emana de la naturaleza en el instante en el que el artista lo contempla. Se centrarán en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos y no en la representación exacta de sus formas ya que la luz tiende a difuminar los contornos. Ven colores que conforman cosas, y esto es lo que plasman, formas compuestas por colores que varían en función de las condiciones atmosféricas y de la intensidad de la luz. Todo esto hace que elaboren una serie de un mismo objeto en diferentes circunstancias atmosféricas y temporales, no les importa el objeto, sino las variaciones cromáticas que sufre éste a lo largo del día.

La pintura impresionista buscó la captación del instante luminoso, fugaz y fugitivo, en constante mutación, es fluida y aérea. Utilizó un método experimental de ejecución que se pretendía racional y objetivo, pero al mismo tiempo personal, intuitivo y espontáneo, culminando en el descubrimiento de un mundo de emociones y sensaciones plásticas.

El cuadro impresionista tiene un aspecto “en bruto”, rudo e inacabado, poco trabajado, más fluido y aéreo si lo comparamos con los conceptos, más o menos académicos y clásicos, de los estilos anteriores. Por eso los autores impresionistas no fueron reconocidos ni por el público ni oficialmente, y se vieron obligados a exponer sus obras en los llamados “Salones de los acusados”, por ellos mismos instituidos y apodados.

Aunque los hallazgos del impresionismo francés resultaron decisivos para la pintura del siglo XX, conceptos como los de luz y color se encontraban ya en la pintura veneciana de mediados del siglo XVI. Efectos que también están presenten en obras realizadas por Hals, Velázquez y Goya. Los antecedentes inmediatos los encontramos en los pintores como John Constable, Turner, Corot y en la escuela de Barbizón, con su aportación de la pintura al aire libre.

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Alfred Sisley, Bridge at Villeneuve la Garenne, 1872

El Impresionismo es un movimiento que consiste en una nueva representación de la realidad y que inicia un giro en el arte de la época. En la década de 1850, Monet y Manet se inspiraron también en las estampas japonesas, especialmente las de Hokusaï y Hiroshige. Los dos pintores son influenciados por este arte proveniente del Extremo Oriente y eso se refleja en sus obras.

Confrontados con las negativas reiteradas de los salones oficiales y con las duras críticas de la prensa como del público de las pinturas presentadas en los años 1860, en el primer salón de las obras rechazadas por el jurado oficial, el grupo de impresionistas decide crear sus propias exposiciones. La primera exposición impresionista tuvo lugar el 15 de Abril de 1874, organizada con la ayuda del fotógrafo Nadar. Sin embargo, la iniciativa es un fracaso. El público acepta con dificultad este nuevo estilo de pintura, demasiado moderno y alejado de las referencias clásicas. Desconcertado, el público encontraba que las pinturas impresionistas eran vulgares, similares a bocetos sin forma, y se burló del movimiento y de sus obras.

El grupo impresionista estaba constituido por Camille Pissarro, Paul Cézanne, Armand Guillaumin, Claude Monet, Auguste Renoir, Frédéric Bazille, Alfred Sisley, Berthe Morisot, Mary Cassat y Edgar Degas, entre otros. Sufrió influencias de varios pintores coloristas del siglo XVIII y principalmente por la paleta límpida y clara de Turner y Constable, considerados como los precursores en la representación directa de la Naturaleza y en el análisis de la luz; de Jongkind y Boudin, por la representación atmosférica de marinas; de Delacroix, por las sombras coloreadas y por la utilización de colores opuestos.

Impresionismo fue un fenómeno típico de París, cuya pintura se reflejó en otros pintores extranjeros, italiano, portugués, estadounidenses, influyendo también algunos músicos como Debussy, Mussorgsky e incluso tardíamente algunas obras de Ravel.

En España, el Impresionismo tuvo varios seguidores que manifestaron su preocupación por la luz. No obstante, hay una genérica consideración como “impresionistas” o “pre-impresionistas” de muchos pintores del último tercio del siglo XIX. Los impresionistas españoles evolucionaron hacia el impresionismo a partir del realismo. También se utiliza la etiqueta “luminista” (no menos ambigua), especialmente para los pintores valencianos (luminismo valenciano) de entre los que destacan Joaquín Sorolla o Teodoro Andreu. Otros nombres que se suelen asociar al impresionismo español son Darío de Regoyos, Ignacio Pinazo, o Aureliano Beruete.

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References:

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